Autor: Paolo Orlando. Teólogo y escritor de iconos.
Agradecemos al Maestro Paolo Orlando que escribe teología con pinceles y nos ha brindado la explicación teológica de este bellísimo icono de LAS BODAS DE CANÁ.
LAS BODAS DE CANÁ
“Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5)
“Al tercer día hubo unas bodas en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Jesús también fue invitado a estas bodas, como asimismo sus discípulos. Y llegando a faltar vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le dijo: “¿Qué (nos va en esto) a Mí y a ti, mujer? Mi hora no ha venido todavía”. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”. Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, que contenían cada una dos o tres metretas. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua”; y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: “Ahora sacad y llevad al maestresala”; y le llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, cuya procedencia ignoraba –aunque la conocían los sirvientes que habían sacado el agua–, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el buen vino, y después, cuando han bebido bien, el menos bueno; pero tú has conservado el buen vino hasta este momento”. Tal fue el comienzo que dio Jesús a sus milagros, en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en Él”.
EXPLICACIÓN DEL ICONO POR EL MAESTRO PAOLO ORLANDO
“María, como escondida detrás de Jesús, cumple su oficio de intercesora de los esposos de la boda, y al mismo tiempo, invita a los sirvientes a que obedezcan a su Hijo.
Jesús, con el infaltable rollo de la Palabra de Dios en su mano izquierda, extiende el brazo derecho y, mandando echar el agua en las tinajas, realiza la transformación del agua en vino.
Mientras los esposos, vestidos como un rey y como una reina, parecen no darse cuenta de nada, los comensales están admirados por el milagro ocurrido.
La escena aparece aplanada, sin ilusión de profundidad y de espacio: el edificio, los esposos, la mesa, los sirvientes, las tinajas, están todos en primer plano, delante de Jesús y María. Como es costumbre en la iconografía cristiana, el espacio real es de aquel que mira, puesto que es la vida misma del espectador la que constituye el contexto significativo de la escena.
De ahí que es común a la experiencia humana la falta del vino. No solamente cuando se ha tomado una elección o se ha iniciado un camino, sobreviene el infaltable cansancio o la desilusión; sino también cuando queremos hacer una fiesta.
Todas las fiestas de los hombres permanecen, todas, incompletas, porque el vino se acaba siempre. Lo único que permanece es el agua de nuestras lágrimas y de nuestro sudor. Y además, la secreta invocación de la salvación.
Delante de esta santa imagen, María –la Iglesia- nos invita a prestar atención a lo que Él nos dirá, no para que realicemos nosotros una empresa imposible, sino para que advirtamos que se ha realizado lo que parecía imposible y saquemos el vino gratuitamente donado. Nuestra invocación puede hacerse explícita: “¡Ven Señor! La esposa está preparada”.
La presencia de Jesús colma de alegría el encuentro entre los esposos, satisface las exigencias del maestresala, deja contento a los familiares y amigos. Él transforma nuestro dolor y nuestro cansancio en fiesta cumplida.
Todo esto ocurre bajo la tienda y la protección de Dios. En el cumplimiento de la promesa hecha en la tienda de Mambré, en la tienda de la Alianza, en el velo desgarrado del Templo y entretejido por las manos de María.
En efecto, también las Bodas de Caná hacen alusión a la revelación y a la comunicación de la Santísima Trinidad. El agua que se transforma en vino, anticipación del banquete mesiánico y de la gran fiesta de la eternidad, sugiere tanto el milagro de la transubstanciación como el de la divinización del hombre, admitido, a través del Bautismo eclesial, a la Comunión trinitaria”.
Estimado padre, muchas gracias por su trabajo muy poco comentado pero, estoy segura, muy valorado.
Me gustó especialmente esta entrada y es que el Míster mismo de las Bodas de Caná es fascinante ya que nos manifiesta ciertamente el “poder” de La Madre y la certeza de que pegaditos a Ella, hasta el mismo Jesús se rinde, por decirlo de alguna manera.
Hace poco leí que no vamos a convertir el agua en vino, pero que al menos, más o menos, agua podemos echar a los cántaros y, quien sabe, esta gota que ya no quisiera poner por x ó z, sea la última para llenar mi cántaro.
Dios y la Virgencita lo bendigan y, siga adelante! Su aporte es un grano de arena que, sin él, la playa estaría incompleta.
Me encomiendo a sus oraciones, tiene las mías.
María Soledad, muy linda su apreciación. Si, la verdad es que está muy hermoso el escrito de mi Maestro de iconos, pero yo le había pedido que me mandara algo conciso, que después yo lo iba a comentar, pero me gustó lo que escribió, fue muy concentrado y substancial. Pero es verdad lo que Ud. dice: merece un comentario ya que se puede sacar mucho jugo que alimente el alma de las palabras de Paolo Orlando. Le prometo que lo haremos, para haber si podemos a hacer una profunda meditación del icono.
Gracias por su bendición. Rece para que sigamos progresando.
Dios la bendiga…!!!
Con afecto espiritual en Cristo y María.
P. Agustín
+Es una página maravillosa, conmovedora. Eleva el Alma…+
¡DIOS LOS GUARDE!
Gracias Hermana. Sería enriquecedor para nuestro blog si Ud. quisiera hacer alguna reflexión. Dios la bendiga a Ud. también!