PRIMERA GÉNESIS DE LA IMAGEN CRISTIANA

Autor: Egon Sendler. De su libro “L’icona, immagine dell’invisibile”

El símbolo eucarístico de los panes y los peces. Catacumbas de San Calixto. Roma

El símbolo eucarístico de los panes y los peces. Catacumbas de San Calixto. Roma

EL ARTE DE LAS CATACUMBAS

El arte de las catacumbas aparece en un período en el cual las artes sufren un profundo cambio. Al clasicismo de la edad de los Antonini, en la cual el artista busca sobretodo de dar las formas y los volúmenes del cuerpo humano, le sucede un expresionismo que busca evocar la vida interior del hombre, un expresionismo que tiene sus surgentes en el arte popular y que no es monumental.

Ello permite incluso transformar los antiguos símbolos, dándoles un significado específicamente cristiano.

En un primer tiempo, los cristianos adoptan los símbolos paganos atribuyéndoles un significado más profundo. Así las estaciones, que para los paganos eran signo de la vida más allá de la muerte, se convierten en símbolo de la resurrección. El jardín, la palma, la paloma, el pavo real hacen alusión al paraíso celeste. La nave, símbolo de la prosperidad y de una feliz travesía de la vida, se convierte en la Iglesia; la entrada de la nave al puerto no significa la muerte sino la paz eterna. Por fin los símbolos de carácter erótico, como Amor y Psique: adquieren un nuevo significado: la sed del alma y el amor de Dios, revelado por Jesucristo.

 

 

Estos símbolos de origen pagano no son simples decoraciones, sino el reflejo de la enseñanza de las verdades de la fe; ellos conducen a los fieles a un conocimiento más profundo del cristianismo, sin que se expongan los misterios a los profanos. Asi el Buen Pastor es representado como Ermes, símbolo de la “humanitas” (fig…). Jonás, somnoliento bajo el follaje, recuerda a Endimion dormido. La representación de Moisés que hace brotar el agua de la roca deriva de una escena del Mitras. La orante con las manos alzadas es ya un símbolo de la “pietas romana”.

Otra categoría de símbolos es inspirada del Antiguo Testamento. Sorprende que este grupo sea más importante que el del Nuevo Testamento (Adán y Eva, Daniel en el foso de los leones, Jonás, los tres niños en el horno). Pero, a pesar de los descubrimientos de una iconografía judía en Dura Europos, no se puede determinar si se trata de elementos derivados o de una evolución paralela.

Los cristianos han empleado los símbolos de su tiempo y, cuando estos faltaban, han creado símbolos nuevos. Así al fin del siglo II aparecen símbolos de inspiración típicamente cristiana:

la multiplicación de los panes como representación del banquete eucarístico, la adoración de los magos como símbolo de la admisión de los paganos a la fe, la resurrección de Lázaro y sobre todo los símbolos secretos, incomprensibles a los paganos según el arcano: la viña, misterio de la vida de Dios en los bautizados, y, el más importante, el símbolo del pez.

JESUCRISTO, HIJO, DE DIOS, SALVADOR

JESUS-CRISTO-HIJO DE DIOS-SALVADOR

El pez, que para los judíos era símbolo del alimento mesiánico, se convierte, con un acróstico, en símbolo de Cristo: cada letra de la palabra griega “i-ch-th-ú-s” se refiere a Cristo: Jesús-Cristo-Hijo de Dios-Salvador. A partir del siglo II, éste símbolo es muy difundido: se lo encuentra sobre los sarcófagos, sobre las lápidas sepulcrales, sobre los muros de las catacumbas, como también sobre pequeños objetos. Quizá esta fórmula refleje una forma primitiva de oración, pero la explicación exacta se encuentra en la literatura sólo a partir del siglo IV. Las pinturas de las catacumbas presentan una sorprendente unidad de estilo y de sujetos. Se encuentran los mismos símbolos en Asia Menor como en España, en África del Norte como en Italia.(…)

Retratos momias Fayum 4

retratos momias fayum 5

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Excepto  pocas variaciones, las pinturas cristianas hasta Constantino presentan las mismas características: las imágenes son elaboradas con medios muy simples. Alguno que otro trazo en una gama restringida de colores, un poco de luz son suficientes para expresar lo esencial con gran sobriedad. Ésta búsqueda consciente del mundo espiritual se destaca netamente de la estética naturalista de la época. Ella aparece en esos rostros pintados según el estilo de los retratos de las momias del Fayum: sus grandes ojos abiertos sobrepasan el símbolo, se convierten en comunión con el Reino: la luz del Reino irradia sobre el espectador.

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Cuadro comparativo de René Hygûé. Cfr. El arte y el hombre, IIº tomo.

 

Pero los rostros de las catacumbas no son imágenes de culto: ellas no son veneradas, porqué no son representaciones de Cristo o de la Virgen y se quedan, por lo tanto, en la esfera del símbolo[1]. La imagen sacra no puede sobrepasar este límite, del momento que la Iglesia todavía no ha elaborado las dimensiones del misterio de la Encarnación que recién aparecerán en la época de los primeros concilios.

 

 

 

[1] El hecho que se pueda considerar algún rostro como retrato del difunto es más bien una excepción.

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